El próximo jueves, 10 de marzo, presentaremos Otoño en el jardín de Pancho Villa, la poesía completa de Manuel Lacarta. El acto será presentado por Luis Alberto de Cuenca, a las 19; 30 horas en la Librería Fuentetaja, calle San Bernardo, nº 35.
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La tristeza es gris en las salas de cine
las tumbonas en la cubierta de proa
de los barcos y las cabinas con ducha
de los balnearios la tristeza es gris
en los remontes de las pistas de nieve
y los salones donde celebramos
los aniversarios de una boda a veces
cuando vamos por la calle caminando
olemos la tristeza de los edificios
vacíos y nos llega la humedad cancerosa
de las paredes de las casas en ruinas
la tristeza es el aviso de un alma
a punto de romperse deshacerse
en polvo yesos cascote de ladrillos
La tristeza es gris en las salas de cine
durante los diez minutos eternos de espera
hasta que las luces de la sala se apagan
la oscuridad nos deja desconcertados
como un fundido en negro cinematográfico
y los primeros anuncios en la pantalla
nos advierten que desconectemos
el teléfono móvil y que está prohibido
grabar la película con videocámara
La tristeza es gris como la ropa al peso
de los hipermercados de la moda
el faro de costa sin la luz del faro
una calesa de caballos sin campanillas
y no estoy hablando de los cielos
oscuros grises de la ciudad de Soria
las mellas en los dientes de una boca
que sonríe enseñando las caries
sino del hondo dolor que nos conmueve
y del llanto sin lágrimas en una mejilla
suave como la porcelana pero rota
por la cicatriz de un cuchillo
A veces cuando vamos por la calle
caminando la tristeza se percibe
en los gestos de la gente que pasa
por la calle caminando a nuestro lado
en los charcos sucios de la lluvia
el ¡chaf! gutural repentino del agua
cuando nos salpica los pantalones
algún coche demasiado rápido
o juega un niño a meterse sin aviso
con sus botas entre la multitud
que se mueve despacio sujetando
los paraguas de las ráfagas de viento
La tristeza es gris en las salas de cine
las carreras del hipódromo las piscinas
de techo cubierto acristalado
desde donde se ve correr las nubes
los miradores de la playa con vista
al mar encrespado a comienzos
de los días más cortos del otoño
a veces sí es tan triste la tristeza
tan dolorosa e ingenuamente triste
esa tristeza que cerramos los ojos
nos cuesta respirar en medio justo
del océano que nos trae piezas
de motores diésel rotos y chapas
metálicas perforadas del casco
sumergido de un trasatlántico
moderno naufragado en un naufragio.
las tumbonas en la cubierta de proa
de los barcos y las cabinas con ducha
de los balnearios la tristeza es gris
en los remontes de las pistas de nieve
y los salones donde celebramos
los aniversarios de una boda a veces
cuando vamos por la calle caminando
olemos la tristeza de los edificios
vacíos y nos llega la humedad cancerosa
de las paredes de las casas en ruinas
la tristeza es el aviso de un alma
a punto de romperse deshacerse
en polvo yesos cascote de ladrillos
La tristeza es gris en las salas de cine
durante los diez minutos eternos de espera
hasta que las luces de la sala se apagan
la oscuridad nos deja desconcertados
como un fundido en negro cinematográfico
y los primeros anuncios en la pantalla
nos advierten que desconectemos
el teléfono móvil y que está prohibido
grabar la película con videocámara
La tristeza es gris como la ropa al peso
de los hipermercados de la moda
el faro de costa sin la luz del faro
una calesa de caballos sin campanillas
y no estoy hablando de los cielos
oscuros grises de la ciudad de Soria
las mellas en los dientes de una boca
que sonríe enseñando las caries
sino del hondo dolor que nos conmueve
y del llanto sin lágrimas en una mejilla
suave como la porcelana pero rota
por la cicatriz de un cuchillo
A veces cuando vamos por la calle
caminando la tristeza se percibe
en los gestos de la gente que pasa
por la calle caminando a nuestro lado
en los charcos sucios de la lluvia
el ¡chaf! gutural repentino del agua
cuando nos salpica los pantalones
algún coche demasiado rápido
o juega un niño a meterse sin aviso
con sus botas entre la multitud
que se mueve despacio sujetando
los paraguas de las ráfagas de viento
La tristeza es gris en las salas de cine
las carreras del hipódromo las piscinas
de techo cubierto acristalado
desde donde se ve correr las nubes
los miradores de la playa con vista
al mar encrespado a comienzos
de los días más cortos del otoño
a veces sí es tan triste la tristeza
tan dolorosa e ingenuamente triste
esa tristeza que cerramos los ojos
nos cuesta respirar en medio justo
del océano que nos trae piezas
de motores diésel rotos y chapas
metálicas perforadas del casco
sumergido de un trasatlántico
moderno naufragado en un naufragio.
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Otoño en el jardín de Pancho Villa (1977-2010), de Manuel Lacarta. Ed. Vitruvio. Número 250 de la Colección Baños del Carmen.
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