II
A tu cobijo me entrego
soledad compañera.
El tiempo ya no me escucha,
se ha roto en su efímero lamento.
Pero tú, soledad,
te ensalzas en lo perpetuo.
Andas tu camino
como lo anda el viento,
con fugaces pasajeros.
Oh claridad severa.
Amargo despertar
del letargo de la ausencia.
Alma nocturna, trueca tus poemas
por tan sólo un jirón de su belleza.
Compón tus besos
con la tinta de los poetas
y desliza tu sensual reclamo
por las ventanas entreabiertas.
Emerge la alborada de Manuel Angel Rabalo Casillas. Ed. Vitruvio, número 312 de la Colección Baños del Carmen.
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