De repente una mañana arde y el templo
–tu mundo de luz y mi fiel consuelo–
como roca herida se desploma.
Luego vendrán
los fríos y saqueadores días
los difíciles y espesos sabores
por donde el mal –antiguo, por ahora–
esconde su invencible traición
de caos, de polvo, de oscuridad.
Luego vendrá
el dolor, el rencor a dentelladas
la decepción de saberse vencida
la soledad que el tiempo te reclama
y el perdón.
Mira, luego vienes tú tristemente
al palacio de luz que resucita.
Vienes tú
apagada en sombra, pero nacida.
Mira, de Eduardo Merino. Ediciones Vitruvio, nº 5 de la Colección Plaza Mayor.
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