Durante el mes de diciembre hemos publicado, ¡Oh, este viejo y roto violín! de León Felipe, su último libro y una de las obras más destacadas e interesantes del exilio. Prologado por Manuel Lacarta, que ya fue prologuista del mítico León Felipe y los niños, ¡Oh, este viejo y roto violín! es el testamento poético de una voz que no perdió nunca su singularidad, su belleza y esa honda ternura inimitable.
Perdón
Soy ya tan viejo
y se ha muerto tanta gente a la que yo he ofendido
y ya no puedo encontrarla
para pedirle perdón.Ya no puedo hacer otra cosa
que arrodillarme ante el primer mendigo
y besarle la mano.Yo no he sido bueno...
quisiera haber sido mejor.
Estoy hecho de un barro
que no está bien cocido todavía.
¡Tenía que pedir perdón a tanta gente...! Pero todos se han muerto.
¿A quién le pido perdón ya?
¿A ese mendigo?
¿No hay nadie más en España...
en el mundo,
a quien yo deba pedirle perdón?...
Voy perdiendo la memoria
y olvidando todas las palabras...
Ya no recuerdo bien...
Voy olvidando... olvidando... olvidando...
pero quiero que la última palabra,
la última palabra, pegadiza y terca,
que recuerde al morirsea ésta: Perdón.
Casi todas estas piedras llegaron en días de angustia,
de terror,
desespero y desamparo.
Algunas en días de “Gracia”.
Ahora la veo serenamente
desde la fría altura de mis años,
desde mi vejez apaciguada.
Todos son juguetes:
las heridas, las lágrimas,
el veneno del áspid, la baba del tirano,
el hacha del verdugo…
Una pelota es esa cabeza cercenada.
Jugamos al nacimiento de la muerte,
al soplo y a la llama,
al que me ves y no me ves,
al enciende y apaga la lámpara.
Pero a veces pienso que son todo juguetes y que yo que no he servido para ser
ni piedra de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio
ni piedra de una iglesia…
Yo que en este mundo no he servido después de ochenta años para nada… acaso sirva ahora todavía, como David, para lanzar con la honda una de estas piedras, pequeñas y ligeras, de mi zurrón –la más dura, la más pedernal… Tú,
piedra aventurera,
y dar justo, justo con ella
en la frente misma de Goliat.
Auschwitz
Esos poetas infernales,
Dante, Blake, Rimbaud...
que hablen más bajo...
que toquen más bajo...
¡Que se callen!...
Hoy
cualquier habitante de la tierra
sabe mucho más del infierno
que esos tres poetas juntos. Ya sé que Dante tocaba muy bien el violín...
¡Oh, el gran virtuoso!...
Pero que no pretenda ahora
con sus tercetos maravillosos
y sus endecasílabos perfectos
asustar a ese niño judío
que está ahí, desgajado de sus padres...
Y solo. ¡Solo!
aguardando su turno
en los hornos crematorios de Auschwitz.
Dante... tú bajaste a los infiernos
con Virgilio de la mano
(Virgilio, "gran cicerone")
y aquello vuestro de la "Divina Comedia
"fue una aventura divertida
de música y turismo.
Esto es otra cosa... otra cosa... ¿Cómo te explicaré?
¡Si no tienes imaginación!
Tú... no tienes imaginación, Acuérdate que en tu "Infierno"
no hay un niño siquiera...
Y ese que ves ahí... está solo
¡Solo! sin cicerone...
esperando que se abran las puertas de un infierno
que tú; ¡pobre florentino!,
no pudiste siquiera imaginar.
Esto es otra cosa... ¿cómo te diré?
¡Mira! Éste es un lugar donde no se puede tocar el violín.
Aquí se rompen las cuerdas de todos
los violines del mundo.
¿Me habéis entendido poetas infernales? Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud...
¡Hablad más bajo!
¡Tocad más bajo!... ¡Chist!...¡
¡Callaos!! Yo también soy un gran violinista
y he tocado en el infierno muchas veces... Pero ahora, aquí...
Rompo mi violín... y me callo.
¡Oh, este viejo y roto violín!, de León Felipe. Ed. Vitruvio. Número 278 de la Colección Baños del Carmen.